Apadrinar un niño

Acto de solidaridad, técnica de marketing, forma de financiación... La carga simbólica de la infancia ha convertido el apadrinamiento en uno de los mejores métodos para mantener económicamente los proyectos de algunas ONG.

Carlos Ballesteros, economista y autor de varios libros sobre marketing social, se muestra totalmente en contra del apadrinamiento como herramienta de cooperación. El título del libro que está preparando para su publicación el próximo año ya es bastante elocuente: "Apadrinamientos S.A.".

"Se trata de un traslado cultural del Norte al Sur", una definición que choca con la clave que Ballesteros considera fundamental para superar la pobreza, la educación del ciudadano del Norte.

Para Ballesteros, el apadrinamiento juega con los vínculos afectivos sin explicar las razones reales de la pobreza. "Lo considero publicidad engañosa donde se utiliza el niño porque el niño vende (...), y en Navidad se llega a regalar un apadrinamiento, es decir, a convertir al niño en mercancía".

Pero la principal crítica de Ballesteros es que el apadrinamiento no sensibiliza ni educa. "Se acaba convirtiendo en un apunte en la cuenta corriente del padrino, como el recibo de la luz o del agua".

Una opinión que contrasta con el empeño de organizaciones como Ayuda en Acción, World Vision o la fundación Comparte para utilizar el apadrinamiento como herramienta de sensibilización, "poniendo en contacto la realidad de pueblos diferentes a través del conocimiento personal de un niño y su entorno", afirma Marta Raimundo, de Ayuda en Acción.

Lo cierto es que cuando alguien decide hacerse padrino o madrina, la mayoría de estas organizaciones les facilitan una explicación del proyecto de desarrollo de la organización y una foto del niño acompañada de una ficha con sus datos más relevantes: edad, estudios, familia y una descripción de la situación en la que vive.

Fundación Intervida